jueves, 7 de mayo de 2009

Reflexiones en torno a la piedad popular

La piedad popular

Aunque la liturgia es la cumbre a la que tiende toda la actividad de la Iglesia y la fuente de donde mana toda su fuerza, no agota toda su actividad ni la vida espiritual de los fieles.

Liturgia es celebración donde damos culto a Dios como hijos agradecidos, y donde celebramos los ritos conmemorativos de la historia de la salvación, historia de nuestros padres, y nuestra propia salvación. El rito actualiza aquellos momentos importantes, que aun perteneciendo al pasado se hacen presentes en nuestra vida. Pero nuestra vida sigue, nuestra época es distinta, tenemos otros gustos y otras formas, y por eso, la Iglesia, además de la participación en la liturgia, fomenta y recomienda celebraciones y otros ejercicios de piedad popular.

La Iglesia, unas veces, asume sin más ciertas manifestaciones que brotan de la genuina experiencia de la fe y religiosidad del pueblo cristiano; otras debe purificarlas de omisiones, acentuaciones excesivas o incluso de manifestaciones supersticiosas.

He aquí la pregunta catequética: ¿Por qué tiene importancia la piedad popular en la vida cristiana? ¿No es algo de poco valor?

La experiencia secular de la Iglesia atestigua que este tipo de piedad ha producido abundantes frutos de vida cristiana en las familias y en los pueblos. Apoyada por esta experiencia y la luz del Espíritu Santo, la Iglesia cree que esta piedad puede seguir prestando grandes servicios a una fe verdaderamente inculturada, según la diversidad de los pueblos y continentes.

Cada uno podría recordar aquí cuáles son las manifestaciones de la piedad popular que más le ayudan, incluso aquellas que menos le ayudan y que habría que corregir o cambiar, y después comentarlo con el sacerdote y con otros amigos.

La piedad popular tiene múltiples manifestaciones a lo largo del curso del Año Litúrgico, especialmente durante la Cuaresma, Semana Santa y el Triduo Pascual. Durante el Tiempo Ordinario son múltiples las manifestaciones en torno a la Virgen María, los fieles difuntos y los Santos. Forman parte inseparable de esta piedad las peregrinaciones, las romerías a los santuarios, la visita a los cementerios, las procesiones, etcétera.

La familia cristiana ha estado muy vinculada con estas manifestaciones de piedad, especialmente con las peregrinaciones y romerías a los santuarios marianos, algunos de los cuales son mundialmente famosos; y ha trasmitido estas costumbres de padres a hijos.

Todavía hoy no son pocas las familias cristianas que acuden con sus hijos a los santuarios de la Virgen y allí, además de realizar sus devociones, reciben los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.

Cabría en este momento otra pregunta para la reflexión, y para intentar cambiar los excesos piadosos ¿Lleva la piedad popular a exaltar a María y a los Santos por encima de Dios?

Junto a estas manifestaciones, existen otras más cotidianas, como la bendición de la mesa en las comidas, el rezo del santo rosario en familia, la bendición de las casas o de los vehículos, la romería al santuario de la Patrona, la petición de la lluvia o la protección frente a las calamidades públicas, etc.

Puesto que la fe ha informado estas costumbres y prácticas religiosas, es conveniente que los padres continúen viviéndolas y trasmitan a los hijos ese espíritu sencillo y recio, de vivir sus relaciones con Dios en medio de las situaciones de su vida, no sólo extraordinarias sino más comunes.

Además, la fuerza de estas prácticas ha ejercido y ejerce una gran labor en la identidad de los pueblos y en la expresión externa de la fe profesada. Cuando tales manifestaciones se traducen en expresión social, se convierten en testimonio gozoso de la propia fe para los no creyentes y estímulo para los débiles.